sábado, 1 de septiembre de 2012

Educación Degenerada



Desde la engañosa y espiritualista división entre Enseñanza y Educación se nos ha inculcado una visión demonizada de la enseñanza tradicional; los herederos del krausismo afirman un concepto de "Educación" como un - imposible - desarrollo integral del ser humano (divido en etapas y cursos). En el otro extremo de esta cuerda tan absurda y absolutamente reduccionista tenemos a los paladines de los contenidos, que dejan a un lado las cuestiones metodológicas, y, en el peor de los casos, se abrazan al libro de texto  cual Talmud. El alumno se acomoda en su libro de texto, de donde puede extraer párrafos listos para ser empollados, memorizados mecánicamente sin, tan siquiera, molestarse en entender media palabra. El profesor se acomoda en su libro de texto, el mediocre trabajo que una gran editorial ha hecho en su lugar. Nadie reclama nada: no nos engañemos. Es esto lo que, ciertamente, con sus ventajas y sus despropósitos, ha sido una tendencia dominante.

De repente, dentro del Occidente Capitalista - en concreto, girando en torno a Austria y a E.E.U.U. -  empieza a cobrar fuerza la doctrina "iluminada" del siglo: el formalismo pedagógico, o ese todo-revuelto que a servidora ha dado por bautizar así. Este conjunto de doctrinas, más o menos desafortunadas y con gran fuerza, ha logrado reducir todo el proceso de Enseñanza-Aprendizaje a un mero inventario de factores de productividad junto con elementos psicológicos y subjetivos que propone, sin cesar, modelos y más modelos metodológicos - unos mejores que otros - y obvia los contenidos. Sobre todo, obvia contenidos, asignaturas y materias "inútiles" como, por ejemplo, la mía: Filosofía. La Filosofía no sirve para la empresa, ni para la PYME ni para la multinacional, (no se qué es eso de "servir" o ser "útil", pero me han dicho que no, que "no vale") así que, ¿por qué no la eliminamos, directamente, de los planes de estudios?. Si algo no sirve para la empresa, entonces no sirve para nada, ¿no?

Es más, esa panacea infernal y soporífera que denominamos Competencias son, explícitamente, una serie de criterios de evaluación - indicadores de logro y adquisición competencial, dicen - que cuantifican lo apto o no apto de los estudiantes para adecuarse en un futuro a la plétora mercantil: como trabajadores y como consumidores satisfechos y felices. Como mucho, a lo máximo que puedo aspirar en este mercado educativo es a moderar una charla de café en una clase con 40 adolescentes enfurecidos a los que les han contado desde la cuna - dando la vuelta a la tortilla - que nada que no sea práctico tiene utilidad alguna: esas cosas de teoría son para los excéntricos; que las busquen en intenet, que ahí está todo; al Instituto se va a aprender cosas "que sirven para algo".

De lo que todo el mundo parece haberse olvidado es de que, sin forma, no hay materia. Sin materia tampoco hay forma, y, por supuesto, de igual modo, la teoría y la praxis son conceptos conjugados que, por separado, "no son".


Sin embargo, la ocurrencia del milenio no ha logrado colarse en los centros educativos de Educación Secundaria, y permanecen enclaustrados en las esotéricas aulas de las Universidades y en las arcanas Conserjerías e Inspecciones. En los Institutos, o bien tenemos docentes enganchados a un libro de texto - cuyos contenidos, rara vez, superan en algo a un artículo mediocre de Wikipedia - o bien encontramos profesores que, al menos, se toman la molestia de hacer llegar a su alumnado buenos materiales, elaborados o no por ellos, con clase magistral o sin ella.

El caso es que ni la enseñanza tradicional ni las versiones iluminadas krausistas y formalistas reconocen los procesos E-A como integradores de procesos formales y materiales producidos en el aula, centro y sistema educativo a diferentes escalas, ni admiten la involucración de éstos entre sí y la imposibilidad de desligamiento en el contexto de interacción con el alumnado.

Pero, de repente, llegó un panfleto directamente venido desde Argentina. Un panfleto llamado La Educación Prohibida: la fundamentación, la base, la conclusión de un movimiento elitista. Ese movimiento elitista es la nada pedagógica: ni forma, ni materia, ni contenido, ni métodos, ni alumnos, ni profesores, ni involucración, ni nada. La nada absoluta. Una nada perversa. Una nada que dice ser progre y se pintarrajea con tintes formalistas. Es un ataque absolutamente infame y falaz a la Enseñanza Pública: la proposición de ofrecer una educación individualizada, personalizada, solo a aquel que pueda permitirse pagar el homeschooling o un colegio privado.

La sola proposición de eliminar las instituciones educativas formales es un despropósito - mayor o menor según el grado de iluminación transitoria de los gurús de turno -  que implica la absoluta exclusión del sistema a una importante proporción de la sociedad que no puede acceder a las alternativas que propone: es el desahucio de los pobres.

“Pero cuando, por el contrario, los hacen cambiar e innovar, practicando siempre nuevas variantes, mientras los niños nunca declaran que les agradan las mismas cosas, y provocan que nunca permanezca lo elegante y lo inelegante de la manera en que han acordado, ni en el aspecto exterior de sus propios cuerpos ni en los otros utensilios, sino que se honra por encima de todos al que innova constantemente e introduce algo diferente de lo acostumbrado en el aspecto, los colores y en todo ese tipo de cosas, tendríamos razón si dijéramos que no hay un daño mayor para la ciudad que eso. En efecto, hace cambiar la forma de ser de los jóvenes inadvertidamente y desacredita lo antiguo entre ellos, mientras celebra lo nuevo” PLATÓN: Las Leyes, Libro VII (797b-d)
La apertura hacia estas alternativas comienza transformando los centros públicos a un centro de confinamiento para aquellos que no pueden elegir (recibo domiciliado mediante) algo mejor, quedando estos jóvenes ocultos ante el resto. La Educación Prohibida propone algo que está muy lejos de convertir los colegios e institutos en lugares comunes y visibles: es decir, lugares públicos. La condición pública de la escuela  se trunca, entre otras cosas ya dichas anteriormente, por el aislamiento físico que implica el entorno bucólico propuesto, muy de Rousseau, alejado del mundo, lo que, a su vez, me hace recordar más a la cabaña y al caracol de Heidegger que a la Academia de Platón que se atreven a nombrar en el documental sin una pizca de pudor y absolutamente desligada de la obra de el Filósofo - quien, por cierto, proponía un modelo educativo para su Caliópolis  (descrito, sí, en La República, pero con mayor detalle en Las Leyes) muy diferente a lo que nuestro panfleto defiende).

Ante la necesidad de que la Enseñanza Pública sea, efectivamente, pública se hace irremediable la imposición de una burocracia que, como he dicho varias veces, peca de inútil en muchas ocasiones y supone una serie de trabas innecesarias que afectan, negativamente, al profesorado y al propio alumnado. Sin embargo, si pretendemos abarcar a sectores cada vez mayores de la sociedad - volviéndome a repetir - necesitamos convertirla en educación formal, con una legislación y un plan de estudios bien definido. A partir de ahí, es tarea del docente adaptar eso que llaman currículum a las condiciones materiales, al contexto en el que se mueve y a sus propias preferencias: eso PUEDE hacerse. Eso SE HACE. Si convocáis oposiciones, me comprometo a hacerlo. Y no es, precisamente, ni por dinero ni por prestigio social... ¿Los profesores son vistos por la sociedad como "expertos"? ¡Ja! ¡Cómo se nota que no habéis pisado un aula de las de verdad en toda vuestra vida!

1 comentario:

  1. Analizo este modelo educativo desde hace 46 años, pero, estoy en, soy de, América (del Sur). Nuestra situación es radicalmente diferente a la de España o a la de cualquier país europeo, porque somos una colonia; la educación oficial, la religión oficial, el estilo de vida, el modelo económico, el modo ‘político’, las leyes, nos fueron impuestos arbitrariamente y no tienen nada que ver con nuestros propios principios y pautas culturales propias.
    Aquí los niños y jóvenes concurren a la escuela para hacerse de un certificado de estudios, y nada más. De paso nos enteramos un poco de cómo piensan nuestros opresores, lo que nunca consiguen averiguar ellos de nosotros.
    La advenediza cultura occidental, arribada por desorientación en nuestras playas hace tan solo 521 años, nos ‘calificó’ de bárbaros y primitivos, porque no construíamos con columnas dóricas, porque no nos vestíamos de manera inadaptada al clima, porque no creíamos en su Dios retorcido y oculto, y en su Hijo sufriente y desdichado.
    Ellos vinieron con su compulsión de producir y extraer y viceversa. Ahora culpan a la ‘humanidad’ por el saqueo y contaminación del planeta, pero es sólo responsabilidad e idea de ellos (ustedes) toda esta masacre, humana, animal, vegetal, de recursos.
    Como digo, la educación occidental nos ofende y nos afecta, porque tenemos muy en claro en qué se diferencia de nuestra propia educación, filosofía y pautas culturales.
    Pero cuando occidente se queja de sí mismo, ¿qué es lo que pretendería para sí mismo? Ellos, con su bagaje pesado de mentiras y aberraciones, considero que son muy fieles a sí mismos, aún los occidentales americanos.

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